La lechita del corazón

Lorena Bravo de Guerrero, Toulouse, Francia
Photo: Maria Griner

Leche del corazón

Cuando pienso en la lactancia, pienso que lo tenía en la sangre, y si quiero hablar de lactancia, debería comenzar diciendo que fui amamantada hasta mis dos años y ocho meses.

En esa época, mi madre contó con el apoyo de la Liga de La Leche, quienes le ayudaron a amamantarme exitosamente como ella lo deseaba a mí, que fui su tercer bebé. La lactancia era su pasión y recuerdo que cuando era pequeña, mi madre se acercaba a mujeres embarazadas en la calle y les hablaba de los beneficios de la lactancia y de la Liga de La Leche.

Muchos años después, cuando quedé embarazada de mi primer hijo, me preguntaron en el hospital “¿planea amamantar o darle biberón?”. ¡A mí me sorprendió tanto la pregunta! Era obvio que iba a amamantar a mi bebé, la lactancia era completamente natural para mí.

Cuando Ava nació, se prendió perfectamente del pecho para recibir su “lechita del corazón”, como yo la llamo. Esa lechita que la mantiene calentita, que la pone de buen humor, que la ayuda a aliviar el dolor cuando está enfermita y muchas otras cosas maravillosas. Tenía tanta leche en esa época que pude donar a un banco de leche para que se la diera a bebés prematuros cuyas madres no podían amamantarlos.

Desafortunadamente, hay mucha presión para que interrumpamos la lactancia, aún es un tabú para algunas personas, creo. Afortunadamente, gracias al apoyo que brinda la Liga de La Leche y mi monitora local, yo pude seguir amamantando a Ava cuando 28 meses después quedé embarazada de mi segundo bebé, Evan.

Cada vez que amamanto a mis bebés, siento que nuestra conexión se hace más fuerte. Es como si les estuviera transmitiendo los secretos mágicos de la Madre Naturaleza, la unión con la tierra y sus elementos, con la Pachamama, los mismos secretos que más adelante mis hijos pasarán a los suyos de la misma manera que mi madre lo hizo conmigo hace 33 años.